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ACADEMIA | El 'amor' de Paz como unión que da vida mientras uno va muriendo.

  • Foto del escritor: Karla Angélica López
    Karla Angélica López
  • 17 may 2017
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 30 ago 2019


* Ensayo escrito en 2014 durante la Maestría en Estudios Literarios y Musicales, del Instituto Mexicano Norteamericano de Relaciones Culturales, en Monterrey, Nuevo León, México. Re-edición abril 2017.

Mithuna Couple | Pareja Mithuna | Rajastán, India | ca. Siglo V | ca. 5th Century | Arenisca | Sandstone | Brooklyn Museum, NY. | Exposición: 'En Esto ver Aquello. Octavio Paz y el arte'.

Mithuna Couple | Pareja Mithuna | Rajastán, India ca. Siglo V | ca. 5th Century

Arenisca | Sandstone| Brooklyn Museum, NY. | Exposición: Octavio Paz. En Esto ver Aquello. 2014.

Consciente de que ciertos sectores sociales considerarían al tema del amor como uno sobre el que realizar un ensayo académico parece ser tan innecesario como insulso, provoco ese encuentro ante las premisas y cuestión siguientes: sabemos de amor porque se nos habla o se habla de él; lo hemos sentido en sus múltiples estratos de afección; en la actualidad, se producen películas románticas porque aún las vemos; dedicamos canciones de bonitas letras a quien nos hace suspirar; soñamos con el ser amado, lo deseamos, nos aventuramos a él sin escudo ni espada, nos desnudamos, compartimos el anhelo de abandonarnos a ratos por amor. Todo esto todos nosotros, sin distinción de oficios, como seres humanos atados a nuestras emociones e intuiciones, sí que lo vivimos. Entonces, si el amor ha dejado evidentes trazos sobre el camino de la historia, modificando el trayecto y sus paisajes, ¿por qué subestimar su estudio?

Haciendo memoria de la figura de Octavio Paz, ilustre escritor mexicano de los últimos tiempos, hay que mencionar que su producción literaria se extiende desde sus poemas (su centro) hasta los estratos del ensayo, dedicado a desmenuzar su propio lenguaje poético, en el que el amor abarcó un extenso terreno; fuerte motivo que impulsa el continuar la indagación del asunto que no se acaba, ya que el amor es misterio desde su raíz.

Mientras estudio las obras de Octavio Paz intento desentrañar, clasificar y filtrar como con tela sus ideas escritas para llevarlas a sus componentes principales, luego darles una forma simple y así poder explicar esas ideas a mí misma con sencillez, en camino hacia una mejor comprensión sobre las reflexiones del autor. Durante el proceso distinguí un entramado en forma de esfera, en la que su superficie curva relaciona sus paralelos y meridianos, unidos formando un todo. No encontré momento en que Paz me permitiera dividir sus palabras. Es decir, a partir de él no se puede hablar del amor si no se menciona al erotismo, a la soledad, a la muerte, a la vida, y a otros tantos temas fundamentales.

El entrelazado que Octavio Paz teje con sus ideas sobre la vida dentro de su poema ‘Carta de Creencia’, y en sus ensayos ‘La llama doble’, ‘El Arco y la Lira’ o ‘El Laberinto de la soledad’, alinea a los cuatro escritos en ese pensamiento suyo que se eleva a un ente universal, un modelo que se hace nuestro, guía de entendimiento. Paz habla de unión en unión, y afirma: “el amor es vida plena, unida a sí misma: lo contrario de la separación.” (La llama doble, 144)

Pretendo escribir del amor del que se habla en ‘Carta de Creencia’, en relación con la ensayística del amor desarrollada por Octavio Paz. Ese amor del que no se podrá apartar la esencia de lo indispensable para la vida, la unión entre lo indispensable, la unión como tal. Octavio Paz, en su poema, dice que el amor “es un nudo: vida y muerte” (nexo en la paradoja; par vinculado) : “amamos simultáneamente un cuerpo mortal, sujeto al tiempo y sus accidentes, y un alma inmortal” (La llama doble, 129). De aquí desprende el que una persona es una unión de dos entes, el cuerpo y el alma. En el poema, se aborda la diferencia entre el amor y el erotismo, de una manera exquisita:

El amor comienza en el cuerpo ¿dónde termina? Si es fantasma, encarna en un cuerpo; Si es cuerpo, al tocarlo se disipa.

Paz no concibe la idea del amor sin que contenga el deseo del cuerpo del amado. Para que de la búsqueda de la belleza se llegue al punto de ser llamado 'amor', ha de saberse que el amante considera al alma del otro tanto como al cuerpo deseado; se debe tener la noción de lo que es una persona completa, un alma encarnada en un cuerpo que además debe ser libre y exclusivo . Por tanto, ese ‘fantasma’, ese poder, eleva el sentir y el sentimiento a ese amor de quien lo vive; “al tocarlo se disipa”, si es que sólo es cuerpo —sin alma, ni exclusividad, ni libertad— no es amor.

Dice Paz en ‘El Laberinto de la Soledad’ que ya que el amor es deseo, hambre de comunión y de caer, y morir tanto como de renacer, le pedimos “un pedazo de vida verdadera, de muerte verdadera” (p. 15), no pedimos felicidad sino un instante en el que pacten el tiempo y la eternidad. Y en ‘El Arco y la Lira’, incorpora ese fragmento de vida al momento de enajenación: “… sólo en ese cuerpo que no es el nuestro y en esa vida irremediablemente ajena, podemos ser nosotros mismos. Ya no hay otro, ya no hay dos. El instante de la enajenación más completa es el de la plena reconquista de nuestro ser.” (p. 49)

Amar es unir. Del uno, solitario, incompleto en su existir, de su búsqueda tras la condena que será su muerte, vendrá el anhelo de un paraíso en vida: “Al fin la vida tiene cara y nombre”. Mientras el amor ocurre, se puede hacer frente a la muerte, y Paz dice que el ‘instante’ es esa prolongación de vida a la que nos expone el amor. El tiempo del individuo no es eterno, y sabemos que nuestra muerte, y la del ser amado, llegará; el tiempo del amor “es la percepción instantánea de todos los tiempos en uno solo, de todas las vidas en un instante” (La Llama Doble p. 220).

Instante: reverso de la muerte, nuestra frágil eternidad. Amar es perderse en el tiempo, ser espejo entre espejos.

El amor es transgresión, “el amante ama al cuerpo como si fuese alma y al alma como si fuese cuerpo. El amor mezcla la tierra con el cielo: es la gran subversión” (La Doble Llama, 132). Paz dice que toda vida se habita por esta dialéctica de dualidad en que, por ejemplo, “las penas de amor son penas de soledad. Comunión y soledad, deseo de amor, se oponen y complementan” (El Laberinto de la Soledad, 82). En el amor y los temas del amor siempre se recurre a 'dos', como cuando Paz habla de que el Yin y el Yang (El Arco y la Lira, p.21) se alternan para así engendrar la totalidad, sin necesidad de supresión, cada uno con sus particularidades.

amar es dos, siempre dos, abrazo y pelea, dos es querer ser uno mismo y ser el otro, la otra; dos no reposa, no está completo nunca, gira en torno a su sombra, busca lo que perdimos al nacer.

Así como amar es de dos y se busca formar parte de otro ser, “sólo puede realizarse a condición de que la entrega sea mutua” (El Laberinto de la Soledad, p. 15). Me salgo de mí y entro en el otro, experiencia en que regresamos al origen, “a ese lugar que no está en el espacio y que es nuestra patria original” (La Llama Doble p. 143). Así como el amor nos da vida, nos mata. El amor no es eterno porque nuestros cuerpos no lo son. Amar es caer mientras volamos; lastima y da placer. Dualidad que confunde: vida que envenena, veneno que nos levanta y luego nos mira deslizarnos hacia la oscuridad. La luz se apaga y renacemos. Todo esto es el ritmo que Paz relaciona a su estructura poética, pero que sin duda sabemos refiere a algo más revelador cuando dice que “el universo es un sistema bipartido de ritmos contrarios, alternantes y complementarios” (El Arco y La Lira, 21).

Caer es regresar, caer es subir. […] El arte de amar, ¿es arte de morir? Amar es morir y revivir y remorir: es la vivacidad.

Paz dice que la vivacidad es “ese minuto en el que se entreabren las puertas del tiempo y del espacio: aquí es allá y ahora es siempre” (131). Hay reconciliación, una aceptación de nuestras condenas y sacrificios, y de la vida en la que amamos. El diálogo entre los amantes “es más que un acuerdo: es un acorde” (El Arco y la Lira, p. 18), pues coinciden en ritmo y paso.

Tal vez amar es aprender a caminar por este mundo.

Es imposible el evitar la muerte, lo sabemos; aún así cada día celebramos rituales que crean la razón, el sentido y la necesidad de levantarnos y no detenernos en nuestro andar. Aunque el amor no vence a la muerte, embellece el recorrido. Basta con ser consciente de ello, para aprender a caminar, a amar, y también para permitirse profundizar en reflexiones del terreno amoroso. El amor es existencia, es ingrediente indispensable. Entrelaza lo bello con lo tormentoso; la ansiedad con la tranquilidad; lo áspero con lo suave. El amor no se divide, es un espiral: en su curso y en discurso; nacer-morir-renacer continuo. El amor, como la vida, acepta la muerte, y aun conociendo su suerte sigue continuando el paso.

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