ACADEMIA | El terror en el género literario del cuento. Vistazo al miedo de Horacio Quiroga.
- Karla Angélica López
- 19 sept 2019
- 14 Min. de lectura
Resumen
El cuento de terror del uruguayo Horacio Quiroga (1878- 1937) es una muestra de la esencia cultural respaldada por América Latina y su historia. Sin embargo, apartándonos de los límites geopolíticos y culturales, es 'El Miedo' el protagonista en el cuento de terror. El miedo es la meta a la que el autor desea llevar a sus lectores, y los relatos son el camino hacia ese miedo. A lo largo de estas hojas permanecerá la temática, partiendo desde su definición hasta la razón por la cual las masas consumen contenido que les provoque dicha sensación. Se recorren comentarios de autores como H. P. Lovecraft, Víctor Bravo, Noël Carroll, Stephen King y algunos más. Y concluiremos con un breve vistazo a las obras de terror de Horacio Quiroga y los temas que abordaba en ellos.
Objetivo
Ampliar nuestra visión de la literatura con el acercamiento al cuento de terror de Horacio Quiroga y la teorización de distintos e importantes autores del subgénero. De esta manera, lograr una mayor comprensión de su permanencia, su consumo. Así como estimular a la inclinación del interés hacia las letras de Latinoamérica -principalmente a aquellas que provocan miedo- y modificar nuestra perspectiva para que se señale al cuento latinoamericano de Quiroga, no como una propiedad de la América conquistada y que exige delimitación territorial, sino como un tesoro del continente, que puede repartirse en todo el mundo, y que debe esa capacidad a la excelente calidad literaria del autor. Finalmente, como estudiosos de las letras, con este escrito se pretende reconocer a Horacio Quiroga, primordialmente por su pluma y después por su origen.
Introducción
Es el cuento de terror, particularmente el del autor uruguayo, Horacio Quiroga, el centro sobre el cual girará este escrito que, a raíz de un interés muy personal, busca mostrar por qué vale el esfuerzo brindarle un lugar especial al subgénero literario de terror, así como en tantas ocasiones se le ha dado, aunque para los fans del terror no parezca suficiente. Además, colocando la atención en América Latina, Quiroga es uno de los cuentistas más importantes y reconocidos; tanto su estilo como la gran cantidad de temas que abarca son sombra de lo que fue su persona y de lo que le tocó vivir.
El miedo: cúspide del cuento de terror
Cuando elegí el tema que abordaré más adelante, me preguntaron el porqué de mi decisión. Desde hace tiempo, uno muy lejano, de niñez, noté que persistían en mi interés dos interrogantes que hasta ahora siguen en mi mente, algo de tan simple apariencia, pero que rebasaba mis reflexiones de niña: ¿cómo es que el miedo y la angustia son algo que nadie quiere sentir, pero a muchos nos gusta que las historias de terror nos los provoque?, ¿por qué si el terror es tan popular en cine y en otras artes, no es favorito de la gran mayoría que lo consume, y además suele ser desdeñado por esos mismos consumidores?
Estas dos interrogantes que representan un fenómeno extraño si se les mira de cerca, podrían ser clarificadas partiendo de la definición del miedo y la angustia. Según la RAE, la primera es una “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”; esa angustia contiene síntomas de ansiedad y sensación de opresión física y de tiempo, así como dolor e incluso náuseas. El miedo nos pone alertas sobre el peligro ante algo que ha pasado, pasa o podría pasar.
Conociendo esto, es natural preguntarnos por qué habríamos de interesarnos en acercarnos a estas experiencias. Es el filósofo estadounidense, Noël Carroll, quien defiende en su libro Filosofía del terror o paradojas del corazón, que “el miedo y el asco son el precio que estamos obligados a pagar por la promesa de experimentar algo que elude nuestro marco conceptual. Es decir, son el coste que estamos dispuestos a soportar para satisfacer nuestra curiosidad” (1990, p.10). La curiosidad del espectador radica en si se pasa o no la prueba del autocontrol de las emociones al estar expuesto a un “terror artificial”, y de esa forma esperar hacerse más fuertes. Esta idea es similar a la que planteó el filósofo francés, Jacques Barzun, quien en The Penguin Encyclopedia of Horror and the Supernatural, interpreta el interés hacia el terror como “un intento práctico de introducir un orden y estructura en la imaginación, endureciendo así el alma contra sus amenazas: en una palabra, estos cuentos se usan como antídoto” (1986, p. xix).
En La Filosofía del Horror (2010, p. 2), Thomas Richard Fahy cita a Stephen King, quien en 1980, en su libro Danse Macabre, habla de algo que llama “reintegración”, y que supone el momento posterior a la exposición al terror, cuando hemos “confrontado la amenaza y sobrevivido a ella”. Sin embargo, el terror no sólo está en nuestros deseos de enfrentarlo en un contexto seguro, sino que también se halla en la violencia y el sufrimiento que se viven en la realidad.
Ahora, pasando la vista del lector al escritor de cuentos de terror, según H. P. Lovecraft (1927, p.8), “los primeros instintos y emociones del ser humano formaron su respuesta al ambiente en que se hallaba sumido […] y así fueron tejiéndose las sensaciones de miedo y terror…”. H. P. Lovecraft y Edgar Allan Poe decían que el cuento de terror gótico sugiere una forma de autobiografía psíquica1.
Considero que es válido trasladar a nuestro escenario estos últimos párrafos de fuentes ajenas a América Latina, ya que los puntos que se han tocado acerca del miedo y la angustia son esenciales en el comportamiento humano en general. Sin embargo, cuando hablamos del cuento de terror, encontramos una amplia gama de historias, a las que de acuerdo a las formas y personalidad del autor, se añaden particulares
representaciones del terror, para cubrir los distintos temores del lector y así cumplir el principal objetivo de provocar miedo.
El terror, constante de las culturas en el mundo
Viendo al cuento de terror desde un panorama generalizado, convergen en él dos contrarios: una emoción de naturaleza humana y las localidades. Esto es, el miedo que nos afecta sin importar dónde nacimos o el idioma que hablamos; traspasa las tan buscadas características latinoamericanas con las que un analítico pretende delimitar territorio y pertenencia. Es claro que existen tanto los autores que colocan sus relatos de manera especial en escenarios conocidos sólo por la sociedad en que vive, como aquellos cuyas historias pueden transportarse fácilmente a casi cualquier territorio.
Situándonos en la región y el tiempo que nos corresponde, nos encontramos con el escritor venezolano Víctor Bravo, quien decía en su ensayo El Horror: Un Motivo Literario en el Cuento Latinoamericano y del Caribe, que "el terror del hombre de final del segundo milenio, es un terror inaudible, nacido desde el vacío" (1999, p. 23). Dicho vacío es resultado de la cotidianidad de la vida del hombre actual, envuelto en un mundo de tecnología que ha transformado la manera en que nos comunicamos. La información viaja rápidamente en un mundo de guerra, lucha por el poder, catástrofes; y el hombre en el recorrido hacia su propio vacío se enfrenta a sus más grandes demonios.
Mientras H. P. Lovecraft nos recuerda que el terror cósmico “figura como un ingrediente del primitivo folklore de todas las razas” (1927, p. 13), podemos ver al terror haciendo presencia en todas las culturas y desde tiempos antiguos. Entonces no ha de ser muy atrevido decir que el sentimiento que trae consigo el escuchar una historia de terror se acerca a la nostalgia del pasado. Desde niños estamos conscientes de las situaciones que incomodan a nuestros padres; a la gente en las calles. Las malas noticias anunciadas en cada medio de comunicación masiva afectan de cierta manera al infante, marcando en su futuro un sistema de autodefensa ante lo que vaya enfrentarse durante su vida. La realidad violenta que ha rodeado a la región de América Latina la podemos repasar cuando regresamos las páginas de un libro de Historia, en el que se encuentran los sucesos de la conquista española, la matanza de indígenas, y el sometimiento del pueblo por parte del Gobierno y la Iglesia. En la actualidad, la disputa por el poder deja heridas que no se han dejado cerrar en la sociedad latinoamericana y del mundo. Con ello surgió una desilusión colectiva, ante la ausencia de soluciones que la política deficiente dejaba y sigue dejando ver.
El miedo no perdona, acapara la mente de cualquier persona, a cualquier edad, y es infundido por tantas razones como irracionalidades. Es esto lo que mantiene vigente a la literatura de terror, que es consumida, de igual manera, por cualquier tipo de persona.
El cuento de terror y Horacio Quiroga, un clásico.
“Quiroga era un hombre magro, enjuto, de frente amplia y barba en punta; un hombre raro, acaso solitario, reservado, avaro de sí mismo; un hombre de intensa y atormentada vida interior, que vivió siempre como ajeno al "mundanal ruido"' subyugado por el espejismo de aquella "tierra roja" que hollaron los jesuitas... Fidelísima e implacable la Fatalidad le acompañó desde las horas de infancia, y por ella sus páginas, ardidas de voces misteriosas, están saturadas de fatalismo.” (Artieda; 1940)
Y al fin entramos al siguiente nivel de este escrito, en que Horacio Quiroga toma su lugar, junto con sus cuentos de terror, en el centro de nuestra atención. Es este autor uruguayo uno de los latinoamericanos más reconocidos a nivel mundial cuando de letras se habla. Sus relatos han atravesado los límites, habiendo sido traducidos a diversos idiomas.
Explica Bravo que la fortaleza del género del cuento en América se debe a que las limitaciones de las editoriales en el siglo XIX no permitían la fácil publicación de novelas, y esto empujaba a los escritores a acoplar sus trabajos a medios de difusión como los periódicos o folletines. Era caso de Quiroga el de escribir para este tipo de publicaciones, como lo hizo para la revista argentina Caras y Caretas, que llegó a publicarle hasta ocho cuentos por año, siendo éstos muy bien recibidos por el público. También escribió para las revistas Plus Ultra, La Novela Semanal, Mundo Argentino, el diario La Nación, y otros. Desde 1901, cuando publicó su primer libro Los arrecifes de coral, y hasta su última colección de cuentos Más allá, de 1935, el autor mostraba ya su inclinación hacia lo sobrenatural, la locura y la muerte.
Con la intención de comprender mejor ese halo oscuro que rodea a sus relatos, más que como datos biográficos, es necesario recordar los momentos de terror que definitivamente marcaron la vida y el estilo literario del autor. Fue La Muerte la protagonista de estos sucesos de carácter violento. Cuando Horacio Quiroga apenas tenía unos meses de nacido, su padre se hirió de muerte de forma involuntaria en una partida de caza. Luego, sus dos hermanos, Prudencio y Pastora, murieron a causa de la tifoidea. Tiempo después, el padrastro casi paralítico de Quiroga, disparó con el dedo de un pie una escopeta que apuntaba a su propio rostro, muriendo de forma instantánea ante la presencia del joven Horacio. A la edad de veintiún años, vuelve a vivir el terror en carne propia cuando dispara a muerte y accidentalmente a su amigo, el escritor Federico Ferrando, quien se disponía batirse a duelo con el periodista Germán Papini Zas, cuya crítica negativa hacia Ferrando provocó la ira de éste. Quiroga quiso ayudar a su amigo a limpiar su arma, y en el proceso, accionó el gatillo, disparando en la boca a Ferrando. Como si con todo aquello no hubiese sido suficiente, la dosis de terror que recibió Horacio Quiroga fue aún mayor después. Su esposa, Ana María Cires, se suicidó bebiendo cianuro, algo que él vendría haciendo años más tarde cuando su salud estaba deteriorada debido al cáncer de próstata que le habían detectado.
Los trágicos sucesos siempre presentes en la vida de Horacio Quiroga, sobrepasaron la fantasía del terror de sus cuentos; ambos, invención y realidad, se entretejieron creando al personaje. En su colección de 1917, Cuentos de amor de locura y muerte, trasciende precisamente el tema de la muerte en la mayoría de los relatos. Destacan de él El almohadón de plumas, en el que la maldad silenciosa y natural de un parásito mata a la dulce recién casada:
“Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de plumas.” (Quiroga; 1917)
De igual manera, recordando la violencia que la naturaleza trae consigo, en A la deriva, cuenta el angustioso recorrido que un hombre transita desde la mordedura de una víbora venenosa hasta la muerte:
“Bueno; esto se pone feo -murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla. Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban ahora a la ingle.” (Quiroga; 1917)
Por otra parte, La Locura hace un importante papel en La gallina degollada, cuento en el que cuatro hijos dementes degüellan a su hermanita sana, imitando a la sirvienta que le cortaba la cabeza a las gallinas para prepararlas como comida.
“No apartaban los ojos de su hermana mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros.” (Quiroga; 1917)
Aunque de manera distinta, pues no concluye en muerte, es interesante cómo es que en La meningitis y su sombra, Quiroga utiliza el terror enfocándolo a nuestro miedo a la enfermedad, al olvido, y a la angustia del enamorado:
“No puedo más. La quiero como un loco, y no sé, lo que es más amargo aún, si ella me quiere realmente o no. [...] el tal salón de baile estaba frecuentado por los muertos diarios de una epidemia. El traje blanco de María Elvira era un sudario, y yo era la misma sombra de antes, pero tenía ahora por cabeza un termómetro. Éramos siempre La meningitis y su sombra.” (Quiroga; 1917)
Un hombre acompaña a una mujer durante los delirios que la fiebre de la meningitis le provocan, ella lo nombra como si estuviese enamorada y él comienza a sentir amor por ella; cuando la mujer está consciente parece no acordarse de él, sin embargo con el trato, se percatan de que ambos están enamorados.
Fue muchos años antes, para ser más precisa, en 1902, que Quiroga había dejado Uruguay para vivir en Buenos Aires, Argentina, y un año después acompañó como fotógrafo a Leopoldo Lugones a una expedición a la selva de Misiones. Le gustó tanto la vida en la selva que en 1906 compró tierras en la misma provincia para construir su casa en medio del salvaje escenario, donde vivió dos años después con su esposa e hijos. Y es hasta 1918 que publica su libro para niños Cuentos de la Selva. Después de los temas tan lóbregos con que Horacio Quiroga domina a través de la lectura de sus cuentos de terror, sorprende conocer este hecho, sin embargo habiendo él sido un padre que enseñaba a sus hijos las destrezas con que se debía vivir en la selva, aunque de manera ruda –algo que no gustaba en lo absoluto a su esposa-, se comprende su interés hacia los infantes, de temple inocente e idealista. Y desde luego que la vida real dentro de la selva no es un contexto que se pueda acoplar a los conocimientos que tiene, por ejemplo, una persona que vive en la Rusia más fría, sin embargo se alude a la biología que nos enseñan de niños, y esas son las preparaciones básicas pueden enriquecer el entendimiento de este tipo de cuentos de la selva para las personas que somos ajenas a ella.
Más adelante, hasta 1924, es que Quiroga publica El Desierto, en donde narra la historia de un hombre viudo que vive las peripecias de la selva junto con sus dos hijos, hasta que una especie de pulga lo pica, y la herida que se hace para sacar al insecto y los huevecillos que ha dejado debajo de la piel, comienza a infectarse, llevándole a una agonía terrible. Este terror tan cercano al ser humano, es sin duda reflejo claro de una vida tormentosa que guía a la escritura. Quiroga y sus cuentos iban muy de la mano por la vida como si ambos fuesen juntos un solo ser.
Pero también Quiroga se adentra en la vida después de ésta, en el mundo que desconocemos y al cual tememos. Es el simple hecho de hablar de los misterios después de la muerte lo que nos provoca inquietud. Pero es en el texto Más Allá, en el que el suicidio -un tema muy real y palpable- acordado entre una pareja de jóvenes que se aman con intensidad, representa la única escapatoria para continuar su amor obstaculizado por los padres de ella.
“Enterrándonos... ¡Qué locura! Los amantes que se han suicidado sobre una cama de hotel, puros de cuerpo y alma, viven siempre. Nada nos ligaba a aquellos dos fríos y duros cuerpos, ya sin nombre, en que la vida se había roto de dolor. Y a pesar de todo, sin embargo, nos habían sido demasiado queridos en otra existencia para que no depusiéramos una larga mirada llena de recuerdos sobre aquellos dos cadavéricos fantasmas de un amor.” (Quiroga; 1935)
Los enamorados presencian sus entierros, los lamentos de sus familias y amigos, pero ellos parecen seguir siendo felices, hasta que el paso del tiempo marchita su amor y juntos deciden desvanecer del plano intermedio entre el mundo de los vivos y el más allá.
Otro de los elementos sustanciales en las formas con que los personajes de Quiroga nos contagian su terror es la obsesión. Esto se percibe en el cuento Los guantes de goma; una familia presencia la agonía del padre de familia a causa de la viruela negra, lo que desencadena una neurosis obsesivo-compulsiva2 en la hija mayor, Desdémona, haciéndola actuar angustiosa ante la posibilidad de ser contaminada por el virus que mató a tu padre.
“Mas poco a poco dilatábanse sus ojos y comprendía bien que en pos de un momento de contacto con la manga de su vestido, nada más fácil que los microbios de la terrible viruela estuvieran trepando a escape por sus manos. Volvía al lavatorio, saliendo de él al cuarto de hora con los dedos enrojecidos. […] La piel de las manos, terriblemente mortificada, lucía en rosa vivo, como si estuviera despellejada.” (Quiroga)
La conducta cada vez más dañina la lleva a que utilice unos guantes de goma para que sus heridas se curen, sin embargo la obsesión continúa y Desdémona vuelve a rasgar sus manos. Aun así, la muerte le llega a través de aquel microorganismo que siempre creyó poder atacar con sus brutales limpiezas.
El tipo de terror que maneja Horacio Quiroga es uno que se siente muy presente, que se forma a través de nuestros temores ya fundados por experiencias vividas e incluso también por aquellas historias que de niños nos contaban para espantarnos y que a pesar del paso del tiempo dejaron sus reminiscencias en lo más profundo de nuestras mentes. Los temas son tan variados como los temores que nos aquejan al día. Sin importar en qué parte del mundo se lea un cuento de terror de Quiroga, se comprende la sensación de ansiedad que viven sus personajes, aunque las fobias de cada quien sean distintas. La locura, la muerte, la obsesión, son parte de la vida común de este planeta y sus habitantes, así como la idea del más allá y de la vida después de la muerte son temas encapsulados en conceptos que se dividen en creencias o religiones y que de igual forma pasan a ser parte de las sociedades.
Concluyo este ensayo con la idea de que se ha logrado una mayor comprensión del cuento de terror, de su razón de existir, de que su permanencia es en lógica el paralelismo realidad-fantasía que se alberga en nuestros pensamientos. Si acaso aquel que leyese todo lo anterior no apetece de acercarse a la literatura de terror, no lo considero un trabajo aventado a la basura; pero es posible que el lector se hubiese enfrentado a la idea de que el subgénero terror sí amerita el lugar de estudio que se le aporta aquí, y que de ser un tema poco conocido en el ámbito latinoamericano, merece mayor mención.
La literatura de terror de Horacio Quiroga es de gran valor para la literatura en general, para su narrativa – la cual no encontró su lugar aquí pues necesita un mayor espacio. Es sustancial tomar en cuenta que si de por sí no es fácil para muchos de nosotros expresar un sentimiento, de la manera más simple, frente a frente, con la propia voz, debe ser mucho más complicado transmitir emociones a través de la letras, y provocar sobre todo miedo. Quiroga lo logra magistralmente, con su originalidad y estilo exquisito, traspasa los límites geográficos, culturales y sociales, cruza la línea de la razón y nos envuelve en el miedo, lo que lo hace apto para formar parte del grupo de los más importantes literatos del subgénero de terror en el mundo.
Notas
1 Segundo párrafo de la sección 2 de Oates, J. C. (31 de Octubre de 1996). The New York Review of Books. Recuperado el Abril de 2015, de The King of Weird: http://www.nybooks.com/articles/archives/1996/oct/31/the-king-of-weird/
2 Larrosa, A. S. (Marzo de 2006). Dos enfermedades psiquiátricas en la narrativa de Horacio Quiroga. p.3. Salud Militar, Vol. 28 (No. 1)
Bibliografía
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Barzun, J. (1986). The Penguin Encyclopedia of Horror and the Supernatural . New York: Viking Press.
- Bravo, V. (1999). Terrores del fin de milenio. Del orden de la utopía a las representaciones del caos. Mérida, Venezuela: Universidad de Los Andes.
- Carroll, N. (1990). Filosofía del terror o paradojas del corazón. (G. Vilar, Trad.) Epub.
Ciudad Seva. (s.f.). Obtenido de Cuentos de Horacio Quiroga: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/quiroga/hq.htm
- Cuentos de amor de locura y de muerte (Cuentos, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos Aires, 1917)
- Cuentos de la selva (Cuentos infantiles, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos Aires, 1918)
- Más allá (Cuentos, Soc. Amigos del Libro Rioplatense, Buenos Aires - Montevideo, 1935)
- Fahy, T. R. (2010). La Filosofía del horror. Kentucky: University Press of Kentucky.
- Larrosa, A. S. (Marzo de 2006). Dos enfermedades psiquiátricas en la narrativa de Horacio Quiroga. Salud Militar, Vol. 28(No. 1).
- Lovecraft, H. P. (1927). El Horror sobrenatural en la literatura (cuarta ed.). (M. Bustamante, Trad.) Fontamara Colección.
- Oates, J. C. (31 de Octubre de 1996). The New York Review of Books. Recuperado el Abril de 2015, de The King of Weird: http://www.nybooks.com/articles/archives/1996/oct/31/the-king-of-weird/
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