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ARQUETIPO | Sor Juana Inés de la Cruz

  • Foto del escritor: Karla Angélica López
    Karla Angélica López
  • 4 sept 2019
  • 7 Min. de lectura

Del pintor mexicano Jorge Sánchez Hernández. En el sexenio del Presidente José López Portillo (1976-1982), hubo un marcado interés por Sor Juana Inés de la Cruz, y realiza una colección de 21 óleos sobre la vida de la monja poetisa y escritora, reconocida como “La Décima Musa”.

En la actualidad hay infinitas formas de enriquecer nuestro conocimiento sobre cualquier tema de interés, sin embargo esta accesibilidad provoca que aquello que indaguemos probablemente nos lleve a terrenos dudosos.


Los tiempos cambian debido a la naturaleza del ser humano, que le lleva finalmente, a través de diversos caminos, a una de una infinidad de usanzas concurridas por otros millones de personas más. Y el camino hacia la labor de sor Juana Inés de la Cruz parece ser poco transitado, comparándolo con lo que se pudiese lograr si hubiese una mejor instrucción a ella.


Las tantas razones por las que en la actualidad se debe leer a Sor Juana Inés de la Cruz vienen encapsuladas en el arquetipo que ella misma encarna. Este ideal imprimió un importante cambio en sus tiempos y en los que han seguido; impactó a diversas secciones de común temeroso y lo transformó en múltiples visiones. La obra de Juana Inés, rica en los juegos del lenguaje, comenzó a escribirse en el periodo pleno del Barroco y le mantiene objeto de estudio. Se sabe que durante el Siglo de Oro la literatura yacía bajo las órdenes de los poderes político y eclesiástico, pero eso no fue impedimento para que Juana Inés desdoblara sus conocimientos en la escritura. Si con anterioridad ella había renunciado a la vida estándar de la mujer de su época para enriquecerse intelectualmente, ya era de saberse adelantada. Un personaje a quien, como a otros tantos ilustres, las limitantes impuestas por la época no le impidieron tomar todo lo que tuvo a su alcance y utilizarlo a su máximo. ¿Cómo habría sido sor Juana Inés de la Cruz sin aquellas dificultades?


Al tiempo que gozaba de aprender, Juana Inés sufría, y lo expresa en la ‘Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz’ (1691):


“Lo que sí es verdad que no negaré […] que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras, que ni ajenas reprensiones --que he tenido muchas--, ni propias reflejas --que he hecho no pocas--, han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí…”


Su trascendente papel lo debe a este doble impulso que le llevaba al equilibrio que buscaba. Llegar a la verdad debía atravesar su figura colocada central entre la prudencia religiosa y el abastecimiento del conocer, condicionado en su tiempo, lo que le provoca defender su derecho al aprendizaje de las ciencias.


También es en la respuesta a Sor Filotea en donde Juana Inés externa una inconformidad en cuanto a la división académica:


“… ¿por qué reprenden a las que privadamente estudian? […] quieren que la prohibición del Apóstol sea trascendentalmente, que ni en lo secreto se permita escribir ni estudiar a las mujeres, ¿cómo vemos que la Iglesia ha permitido que escriba una Gertrudis, una Teresa, una Brígida, la monja de Ágreda y otras muchas?”


Sus cuestionamientos hicieron caer en contradicción al poder de la Iglesia y el gobierno y sus sistemas; hasta un punto Juana Inés supo lo que para otros era transgredir y al mismo tiempo amparó con fuertes bases una forma de pensar menos definida, impensable de expresarse bajo tiempos de la Inquisición.


Pensar sobre lo que una persona ha de hacer para mantenerse en el interés público, a través de tantos años y del brillo de otros tantos personajes ilustres, lleva a infinitas vertientes. Juana Inés debía tener, además de su propia luz, un respaldo de gran poder para poder transmitir con más libertad sus originales letras; su obra habría de ser del gusto de muchos y el respeto tendría que conservarse recíproco, de ella con su labor y de quienes le conocían, por su genialidad.


Hubo quienes le apoyaron enteramente como Leonor de Carreto, el virrey Tomás de la Cerda y Aragón, y su esposa, la virreina María Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes. El cobijo que brindaron fue de una fuerte amistad que nació de su admiración hacia el intelecto de Juana Inés. Su obra, impulsada por escritores de la época como Carlos de Sigüenza y Góngora, y Francisco de Quevedo, así como estudiada por Octavio Paz, Amado Nervo, Alfonso Reyes y muchos más. También hubo personas que consideraban a Juana Inés indigna de las costumbres de la Iglesia, por ella misma traspasar las normas con sus personajes mitológicos y demás temas profanos para la época.


Tanto en el pasado como en nuestros días, existen distintas versiones de una Juana Inés incomprendida. Algunos le alaban de perfección; otros la vuelven la imagen más femenina, defensora de los derechos de la mujer; y otros tantos le señalan sus errores y pretenden descubrir una simpleza dentro de su enigma.


Habríamos de preguntarnos por qué sor Juana es objeto de estudio, y qué es lo que José Juan Tablada, por dar un ejemplo, pretendía con subrayar los errores de “la Décima Musa” en uno de sus ensayos.


“Extraiga cada lector la porción que baste a su apetito de saber y contentémonos aquí con esta partícula: 'la inteligencia, que parece instrumento segurísimo para alcanzar la certidumbre, es a menudo imprecisa por débil y conduce al yerro Errar es humano, asevera la experiencia'.” (Tablada, 1954)


Bueno, es buscarle el lado humano a la obra de Juana Inés que para muchos parece incomprensible, y seguramente quien disfruta leerla agradece esta clase de análisis que llevan a conocer mejor a la autora.


Siendo por demás vista la colocación de diversas ponencias sobre el Feminismo en el mismo pedestal en que algunas exponentes posicionan a Juana Inés, es justo mencionar que más que defensora de las mujeres, sus necesidades propias fueron objeto de su defensa.


También la homosexualidad ha sido un tema que algunos investigadores han ligado a la escritora. Pero hay quienes le asocian a un ser que vio más allá de un sexo y de las necesidades de pertenencia. Noto un equilibrio en Juana Inés que podría hacernos pensar que la belleza y la aceptación que ella aprecia de su contexto, e incluso su amor hacia Dios y sus creaciones, pudiesen confundirse por una pasión escondida bajo el hábito de una monja. Jean-Michel Wissmer dice en su libro ‘El escándalo de la escritura’ (2000) que Juana Inés escribió “como un hombre”; y es que ella se había visto influenciada por modelos masculinos: Calderón, Góngora, Lope de Vega y Quevedo.


En una sección del poema que Juana Inés realizó como respuesta a un Caballero del Perú, que le envió unos Barros diciéndole que se volviese hombre, ella define a su cuerpo como neutro o abstracto:


Con que a mí no es bien mirado

que como a mujer me miren,

pues no soy mujer que a alguno

de mujer pueda servirle;

y sólo sé que mi cuerpo,

sin que a uno u otro se incline,

es neutro, o abstracto, cuanto

sólo el Alma deposite.


Es de valor esforzarse a comprender a una persona que se desprende de lo que le encierre en un género. Su constante e impetuosa búsqueda por el conocimiento le hizo pasar de ser una monja a comprender todo el acervo de significados que nos ha dejado a estudio durante tantas generaciones. No está por demás el decir que su amor por lo que le otorgaban los libros le hacía ser vista con malos ojos, y tras esto llegó el momento en que le hicieron apartarse de sus bienes materiales, que únicamente eran medios del conocer de un mundo compuesto por las maravillas que ella, como religiosa, seguía admirando como bellezas creadas por Dios. Tal vez, cansada por tratar de hacer comprender a los no aptos que su visión no tenía un mal propósito, decidió ceder y entregarse de lleno a la vida religiosa.


Sor Juana Inés de la Cruz, con sus letras impuestas, a través de su propio entretenimiento, demostró que el sagrado tiempo se debía usar a conveniencia; si ella misma dijo que no escribió casi todo por gusto; pero, ¿cómo ha de ser algo tan bello y universal, si no lo hizo con amor?


Según apuntó Ítalo Calvino en ‘Por qué leer a los clásicos’ (1993), involucrarte e identificarte con lo que cuenta un autor le convierte en clásico:


“Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad. Naturalmente, esto ocurre cuando un clásico funciona como tal, esto es, cuando establece una relación personal con quien lo lee. Si no salta la chispa, no hay nada que hacer: no se leen los clásicos por deber o por respeto, sino sólo por amor.”


Y es sor Juana, precisamente, un clásico. Sus comedias, sonetos, poemas, son algo, pero el personaje encierra tantas cosas más a las que se dedicó y que son de interés, que si se retoman en la actualidad, aún tienen mucho que decirnos.


Ciertamente Juana Inés no buscaba aleccionar a nadie, como ella misma lo dijo en su Respuesta a Sor Filotea: “Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar (que fuera en mí desmedida soberbia), sino sólo por ver si con estudiar ignoro menos. Así lo respondo y así lo siento.”


Es por esto que, posiblemente, Juana Inés tampoco esperara que su figura se propagara más allá de su siglo, pero sí era consciente del alcance que tenían sus palabras durante su vida.


Puede ser que por otra parte, ella pretendiera hacer salir a los demás de su burbuja escrupulosa, que servían de hacerle de prejuicios a partir de sus ideas inculcadas; era la principal barrera para que Juana Inés fuese plena en su oficio de escribir.


Aunque la finalidad no es trascender, sí existe el deseo de reconocimiento por los receptores de sus obras, y debido a esto puede ser también que Juana Inés buscara provocar a los que le buscamos, para que hiciéramos preguntas, investigaciones, o al menos algo de curiosidad nos moviera del asiento, como ella lo hizo; que adoptáramos el amar sobre un saber y el observar lo bello de lo aéreo, que finalmente forma parte del hombre y de su evolución; que comprendiéramos que no todo lo aparentemente malo, realmente lo es.


En estos días, necesitamos más contenido de calidad en lo que preservamos como relevante; requerimos de la esencia que marque autenticidad en lo nuevo, y sobre todo ir tras la verdad de lo que amamos. Para toda mejora hay introspección pero siempre acudiremos al ejemplo, y uno de tantos que existen y que habría conocerse, es el de Sor Juana Inés de la Cruz.



Contenido Bibliográfico

- ‘Poesía filosófica’ y ‘Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz’, de Sor Juana


- ‘Los enigmas de Sor Juana: abrirse a lo desconocido de sí’, de Rocío Sánchez à http://bit.ly/177iqP2


- ‘Parecía letra de hombre’, de Jean-Michel Wissmer à http://bit.ly/1fp7G3Q


- ‘En busca de Sor Juana’, de Georgina Sabat de Rivers à http://bit.ly/15GBlUL


- ‘Por qué leer a los clásicos’, de Ítalo Calvino à http://bit.ly/dzVNRN


- ‘Errores de Sor Juana’, de José Juan Tablada à http://bit.ly/1fp8aXH

 
 
 

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