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CUENTOS | Mi acomPañante

  • Foto del escritor: Karla Angélica López
    Karla Angélica López
  • 1 sept 2019
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 4 sept 2019

Yo ya llevaba tiempo indagando sobre el tema, el cual creaba en mí una curiosidad tan espantosa que no me dejaba descansar ni en sueños. Era un misterio el que rodeaba al porqué de mis temores. Me daba miedo no saber por qué sentía miedo. Hubo momentos en que mi cuerpo paralizado no podía calmar el descontrol con que mi madre buscaba sacudirme el terror. Después de muchos años de que mis compañeros de clase se burlaran de mis actitudes temerosas hacia lo más irracional, y de que yo fuese señalada por mis ataques “de loca”, mi familia decidió que era momento de hacer la pregunta a un especialista. –Trastorno de pánico. –Escuché que dijo el doctor, y yo con mirada de escepticismo, viéndolo como desde un sueño, me reí de él–. Los síntomas claramente lo señalan: sudoración, contracciones musculares, hiperventilación, sensación de atragantamiento, miedo a la muerte. – Sí, todo eso lo sufrí, yo se lo había contado a mis padres. –Esos y otros tantos que me anuncian, son síntomas del trastorno de pánico. –¿Pero, es eso posible! ... –mi padre se levantó del asiento con una rabia ahogada, y el doctor le pidió que se tranquilizara–. De acuerdo a los estudios practicados en Laura, sí. De haberla traído antes… –¡Ni lo diga! –interrumpió mi madre–. Nosotros no dejábamos de culparla de hacer berrinches de adolescente. –

Bill Crisafi
Bill Crisafi

Tendiéndose a las lágrimas, mis padres se iban desvaneciendo, cada vez más lejanos a mi vista, sus lamentos terminaban en suspiros. Y yo, desde aquí, desde este terreno lodoso y este espacio oscuro, quiero decirles que yo ya no siento miedo. Pero ya no puedo decir palabra alguna, mi mente está fuera de mi cuerpo. El Miedo me trajo consigo, está aquí a mi lado.

 
 
 

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