PALABRAS | El Romanticismo en 'Werther' de Goethe
- Karla Angélica López
- 6 ene 2016
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 30 ago 2019

Tal como si fuese echar una mirada al interior de una persona, en esta obra escrita por Johann Wolfgang von Goethe, el joven Werther nos envuelve en la evolución de sus emociones con una composición literaria epistolar; más allá de leer una historia en cartas y sucesos, encontramos la expresión de los sentidos y los sentimientos que el autor transmite -con el uso del Romanticismo- a través de un personaje, a nosotros los lectores, empáticos al amor y al dolor.
Goethe crea la historia de Werther a partir de dos sucesos de su vida: su relación con Charlotte Buff, quien estaba comprometida con un hombre mayor a ella; y el suicidio de su amigo Karl Wilhelm Jerusalem, quien se había enamorado de la esposa de un colega[1]. Esto lleva a Goethe a reaccionar con un impulso de los sentimientos como rebelión ante el recato de la burguesía en el siglo XVIII dentro del contexto de la Ilustración y su glorificación del conocimiento por encima de las emociones.
Una de las razones de ser, entonces, de Werther es la necesidad de expresar el aspecto emocional como particularidad humana. De ahí viene el movimiento Sturm und Drang, precursor del amplio Romanticismo, que invitaba al artista a transmitir subjetividades individualistas, y que como menciona Berlin sobre lo que dicen los historiadores del movimiento romántico, “constituyó una protesta pasional sobre cualquier tipo de universalidad” (27). Aquello que encajara en el sentido común de aquella época, -alude Berlin a la moderación- no iba a ser parte de los pensamientos del romanticista. De aquí pudiese partir una queja general que Werther escribe en sus cartas:
Confieso que tienes razón cuando dices que aquí abajo habría menos amarguras si los hombres (Dios sabrá por qué los ha hecho como son) no se dedicasen con tanto ahínco a recordar dolores antiguos, en vez de soportar con entereza los presentes. (J. W. Goethe 1999: 6)
Seguir un ideal, según lo romántico en aquella época, representaba el trasgredir de toda figura social seguida por una aparente mediocridad. Arriesgarse a llevar una vida que comúnmente no se vivía, era sinónimo de Romanticismo y era aplaudido por sus seguidores. Berlin apunta la noción del idealismo como el “estado mental de un hombre que está preparado para realizar grandes sacrificios por un principio o por alguna convicción […] dedicarse a un ideal, sin importar cuál fuera éste” (28)[2], situación que pudo haberse condenado por la sociedad burguesa ilustrada ante las inevitables representaciones ambiguas de un arte literario romántico. Si al éxito lo consideraban parte imitativa de la sociedad, entonces habría de ser el fracaso un estado más notable[3]. Esta apología estimula a escapar de una cruel realidad estipulada por los enjuiciamientos humanos, más aún, marcados por la época, y una manera clara del movimiento del Romanticismo era adentrarse en la totalidad de la naturaleza. “Goethe concibe la Naturaleza como el eterno seno maternal de las fuerzas terrestres, divinas y demoníacas”[4]. En Werther se percibe esa exaltación del medio ambiente como provocadora de los sentidos:
Cada árbol, cada planta es un ramillete de flores, y siente uno deseos de convertirse en abeja, para revolotear en esta atmósfera embalsamada, sacando de ella el necesario alimento. (J. W. Goethe 1999: 7)
En un inicio todo le parece maravilloso a Werther, su escapatoria de una realidad que ni siquiera menciona como tal, le prevé un futuro trágico para el lector inmerso en su entorno de cuentas que pagar con trabajos que posiblemente no les da felicidad; dinero, guerras, hambre, corrupción, esto no existe en el mundo que Goethe inyecta en el personaje Werther, mas que para mostrar las contradicciones entre la pasión humana y la legalidad social, como lo menciona Lukács:
“…se trata siempre de contradicciones entre pasiones que no tienen por sí mismas nada asocial o antisocial […] sino que encarnan simplemente en las limitaciones generales de toda la legalidad de la sociedad burguesa.” ( 79)
Werther goza de la libertad de expresar lo que siente con cada movimiento y en cada escenario y se deja llevar por ello; crea espacios amenos, pero en su intento por describirlos a detalle y transmitir sus emociones, se destruye su paz y no encuentra las palabras suficientes:
…entonces suspiro y exclamo: «¡Si yo pudiera expresar todo lo que siento! ¡Si todo lo que dentro de mí se agita con tanto calor, con tanta exuberancia de vida, pudiera yo extenderlo sobre el papel, convirtiendo éste en espejo de mi alma, como mi alma es espejo de Dios!» Amigo... Pero me abismo y me anonada la sublimidad de tan magníficas imágenes. (J. W. Goethe 1999: 8)
Goethe nombra a Dios, al paraíso, lo divino, lo celestial, y lo glorifica; compara los errores del ser humano con lo que su religión estipula y hace denuncias sobre la maravilla del mundo aplastada por un sector de la sociedad a la que condena:
Desde tu cielo ves niños viejos, niños jóvenes, y nada más. Hace mucho tiempo que tu Hijo nos hizo saber cuáles son los que Tú prefieres. Pero los hombres creen en Él y no le escuchan—ésta es también una añeja costumbre—y hacen a sus hijos como ellos son y...
«Adiós, Guillermo: no quiero desatinar más sobre esta materia.» (J. W. Goethe 1999: 31)
Cuando Carlota y Werther se conocen, él se enamora casi instantáneamente de aquella mujer obstaculizada por su futuro matrimonio con Alberto. Aunque ell desarrolla un cariño por Werther, reconoce que su actuar no encaja con la sociedad y le pide constantemente que evite arrebatarse por sus sentidos. Él venera la pureza de la infancia, así como lo hace con la naturaleza, sin embargo existe un parámetro en la sociedad que considera incorrecta la forma de actuar del personaje principal con los niños:
La verdad, la bondad con que aquella muñeca pronunció estas palabras, me arrebataron hasta el punto de que, para expresar mis sentimientos, no supe hacer otra cosa que tomarla en mis brazos y besarla con tanta efusión, que empezó a gritar y a llorar.
«Eso no está bien hecho,» me dijo Carlota (J. W. Goethe 1999: 37)
Y el mismo Werther condena a la sociedad por considerar fuera de lugar sus actos, pues indica que a los ojos de Dios todos somos iguales y si es que alguien es seguidor de su palabra, habría de escucharla.
El golpe de realidad a Werther es el sentimiento negativo que le provoca la ciudad, los negocios, las contradicciones de la sociedad burguesa. Sin embargo, su apasionamiento también le lleva a la contrariedad. Parece un ser único en su tipo, e inundado en los discursos de Lotte, cree que ha encontrado a alguien que siente como él, sin embargo ella está más apegada a la sociedad y sus costumbres, lo cual le retendrá en hacer lo que se supone ha de hacer y evitar lo que pudo haber querido, tal vez quedarse con Werther y abandonar el compromiso nupcial que su moribunda madre le impuso. Una amistad impulsada por la admiración mutua y con el amor de Werther no correspondido por Carlota, predice un final trágico, pues como dictan las normas sociales, no se puede mantener una amistad inmersa en estos términos cuando una mujer ya está casada. Sin embargo, parece que Werther toma cualquier atención que le muestre Carlota para defender el amor que él siente, arrinconar lo que se dice y no pensar en lo que se avecina:
No, no me engaño: leo en sus ojos negros el verdadero interés que le inspiran mi persona y mi suerte. Conozco, y en esto debo creer en mi corazón, que ella... ¡Oh! ¿Podré y me atreveré a expresar en estas palabras la dicha que siento? Conozco que me ama. (J. W. Goethe 1999: 40)
La presencia de Alberto parecía no lastimar a Werther, incluso se toman aprecio y ambos deciden avanzar en este triángulo de aparente amistad, que poco a poco se va cerrando debido a las pasiones descontroladas de Werther, los celos de Alberto y la prudencia de Carlota. La situación cambia luego de que Carlota y Alberto se casan, y al joven Werther comienza a pesarle la restricción de sus sentimientos, lo que le da una visión sombría sobre la vida y termina siendo el detonante de su final.
La postura de Guillermo -destinatario de las cartas de Werther- ante la situación que enfrenta su amigo se deja ver en pocas ocasiones, y en una en especial, plantea a Werther un dilema al que le pida le ponga solución.
«O tienes alguna esperanza respecto a Carlota—me dices— o no tienes ninguna. En el primer caso, trata de realizarla, esfuérzate para ver cumplidos tus deseos; en el segundo caso, ármate de valor y haz por librarte de una pasión funesta que te aniquilará.» Amigo mío, esto está muy bien.... y se dice pronto. (J. W. Goethe 1999: 47)
Vila hace una observación sobre Werther y la reacción de otros personajes ante su presencia; dice que “para la gente de su clase, Werther es tolerado como un sujeto raro” y que en el libro estos personajes no dejan de expresar la molestia que le provocan sus actitudes (540). El Romanticismo es una rebeldía a aquellos regímenes impuestos por la clase burguesa, y como dice Lukács:
Las mismas leyes, instituciones, etc., que permiten el despliegue de la
personalidad en el estrecho sentido de clase de la burguesía y que producen la libertad de laissez faire, son simultáneamente verdugos despiadados de la personalidad que se atreve a manifestarse realmente. (Lukács 76)[5]
Werther se convierte en una persona insoportable ante quienes no quieren comprenderlo al parecer libre de límites; busca desesperadamente un aprecio que ya no se le concede y comienza la autodestrucción:
Es cosa de arañarse y romperse la cabeza considerar lo poco que valemos unos para otros. ¡Ay de mí! Nadie me dará el amor, la alegría, el goce de las felicidade que no siento dentro de mí. Y aunque no tuviera el alma llena de las más dulces sensaciones, no sabría hacer dichoso a quien en la suya careciese de todo. (J. W. Goethe 1999: 89)
Luego de lamentarse al no poder tener a Carlota ni como amiga -pues incluso ella tenía miedo de sus frenesís- Werther contempla el suicidio, y muchas páginas antes de terminar el libro abandona poco a poco esa magnífica apreciación que tenía de la naturaleza, por el pesimismo que adorna la expresión de sus sentmientos; todo de repente se torna turbio y violento.
Querido Guillermo: Me encuentro en un estado que debe parecerse al de los que antiguamente se creían poseídos del espíritu maligno. No es el pesar, no es tampoco un deseo ardiente, sino una rabia sorda y sin nombre lo que me desgarra el pecho, me anuda la garganta y me sofoca.
A Carlota le resulta difícil alejar a Werther; ella expresa que lo quiere y no soporta la idea de que esté con otra mujer, sin embargo no abandona su vida con Alberto, quien es más moderado que Werther. Finalmente, Carlota lo aleja, sin dejar de temer por su vida (de Werther).
Las cartas que Werther escribe a Carlota para decirle lo que ha sentido en los últimos días de su vida, son tan terribles como si le culpara de sus actos, confesándole incluso que el mal que ella le causó al no corresponder su amor le provocara la idea de matarla o a su esposo. Carlota, por su parte, contiene su compasión hacia el joven Werther, por la posición de mujer honorable que ha de mantener ante una sociedad.
El acontecimiento cúspide relacionado con lo que Werther alegaba no debía ser asimilado como positivo en lo establecido por la sociedad burguesa, es la escena en que Alberto le ordena a Carlota entregar al criado las armas que Werther le había pedido prestadas. Alberto molesto por las habladurías de la gente ante su situación y la de su esposa; Carlota con la angustia que le provocó la advertencia de suicidio que Werther le expresó, pero también con temor al enojo de su marido; ambos, con un estigma que pesaba en sus acciones, evitan ir en contra de sus preceptos sociales y no logran evitar el final que Werther buscó sin pensar en lo que otros dirían. A él sólo le inundaba la necesidad de expresar sus sentimientos, y las barreras que alguien quisiese ponerle, resultarían ser sólo otro empuje a sus más fuertes impulsos. Vila dice que Werther desobedece una sociedad que le rechaza por eso mismo, y ese rechazo lleva al personaje al “reconocimiento de la imposibilidad de encontrar un semejante” (543), lo que indica que el suicidio para Werther era el único camino hacia su libertad.
Bibliografía
Berlin, Isaiah. Las Raíces del Romanticismo. Madrid: Grupo Santillana de Ediciones, 2000.
Castaños, Enrique. Que la ignorancia debe desenterrarse. Vers. Digital. s.f. 27 de febrero de 2014. <http://enriquecastanos.com/goethe_meinecke.htm>.
Goethe, Johann Wolfgang von. Vers. Digital. 1999. Edumec. Universidad de Chile. . <http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/g/Goethe%20-%20Werther.pdf>.
Goethe, Johann Wolfgang Von. Los Padecimientos del Joven Werther. Madrid, España: Ediciones Akal/Básica de Bolsillo, 2008.
Lukács, Georg. Goethe y su época. México, D. F.: Ediciones Grijalbo, 1968.
Vila, Ezequiel. «Rechazo y empatía. Del Werther a Frankenstein de Mary.» Actas de las X Jornadas de Literatura Comparada. La Plata, 2011. 539-545. <http://xjornadaslc.fahce.unlp.edu.ar/actas/Ezequiel_Vila.pdf >
[1] Datos mencionados en prólogo (Goethe 2008: 6)
[2] Berlin (28), indica que: “la gente admiraba la franqueza, la sinceridad, la pureza del alma, la habilidad y disponibilidad por dedicarse a un ideal, sin importar cuál fuera éste”. Y señala que la parte importante, precisamente era, que no importaba cuál fuese ese ideal; no importaba la causa, sino la acción.
[3] Berlin (28).
[4] Castaños, Enrique. En su síntesis El Pensamiento Histórico de Johann Wolfgang von Goethe, del libro de Meinecke, Friedrich, 1936, El Historicismo y su génesis. México, Fondo de Cultura Económica, 1983. Traducción de José Mingarro y San Martín y Tomás Muñoz Molina.
[5] Vila, Ezequiel (2011) menciona Lukács.
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